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VÉRTIGO: LOS PAISAJES DEL HOMBRE O... ¿CÓMO VIVIR NUESTRA VIDA?
Un contrato necesario, puesto que desde la aparición del hombre en el mundo éste ha ido organizando cons- cientemente el territorio en un espacio productivo, resul- tado de imperativos sociales, económicos o administrati- vos. Así, en todos nuestros paisajes, la aparición de la agricultura y el sedentarismo producirán las primeras mo- dificaciones sustanciales del entorno físico: en Europa la llegada del hombre agricultor iniciará un rápido proceso de antropización allá por el 6000 a.C, continuándose hacia el 2500 a.C. en todo el territorio hispano. Desde ese mo- mento, la ocupación humana del medio no ha hecho sino intensificarse gracias a la puesta en práctica de herra- mientas más sofisticadas durante las Edades del Cobre (2000 a.C.), la del Bronce y, finalmente, la del Hierro (750 a.C.), con la utilización del arado.
Poco a poco, lo que Aristóteles denominaría la natura naturans –la naturaleza prístina, como podríamos enten- derla hoy en día, o prima natura como la definían en el Renacimiento–, ha ido dando paso a una segunda natura- leza; a la conocida trilogía agraria. Ésta engloba el conjunto de prácticas culturales desarrolladas a lo largo de la histo- ria de la humanidad, que incluyen el cultivo de los cam- pos –agricultura, del latín ager, campos10–; el cultivo de los bosques –silvicultura, silva, bosque–; y la ganadería –con el uso de los llamados campos incultos como pastos de sustento a la vez que sus recorridos pastorales, deno- minándose al conjunto saltus–11. Estas tres formas de cul- tivo de la tierra son las que tradicionalmente han definido nuestros paisajes –por no decir que todos los paisajes del planeta–, aunque también encontramos sociedades espe- cializadas en otro tipo de actividades productivas, como pueden ser las asociadas a la minería –hierro, oro u otras materias primas–, a la producción de sal u otros bienes necesarios, que en todo caso siempre han ido evolucio- nando en reciprocidad con las oportunidades que ofrecía el medio natural.
10 Dentrodelaqueseincluyelaconocidatriadamediterránea–vides, cereal y olivos–.
11 SegúnBerque,esalolargodeestosmilesdeañosquesedefiniólatrilo- gía agraria que forma el arquetipo de las campiñas europeas: el espacio normalmente cultivado (ager), el espacio de los recorridos pastorales con sus cañadas, sus prados (saltus), y el espacio forestal (silva). BERQUE, Agustin, Les Raisons du Paysage de la Chine antique aux environnements de synthèse, Editions Hazan, París 1995, p. 59.
En efecto, la aparición del hombre en la Tierra será el inicio de un largo proceso de “domesticación” del medio natural: desde que el primer agricultor marcó con el arado el perímetro del suelo del que se apropiaba y simbólica- mente garantizaba su propiedad mediante el cultivo del mismo12, el hombre, gracias a sus conocimientos técnicos, pasará a convertirse en el nuevo protagonista de un cam- bio mundial que le otorgará la capacidad de configurar su propio destino. Indudablemente, el desarrollo de las pri- meras civilizaciones había sido posible gracias a los pro- gresos tecnológicos y, más recientemente –durante el siglo XVIII–, la ciencia había demostrado que era capaz de crear un mundo diferente: el desarrollo de las teorías ondulato- rias de la luz primero, y luego de la electricidad –con la obtención de una corriente continua por Michael Faraday (1791-1867)– había posibilitado el establecimiento de la industria eléctrica en su totalidad. Sobre todo, estos lo- gros científicos habían permitido la revolución industrial: la culminación de un proceso milenario que se había ini- ciado con el sometimiento del hombre a una naturaleza inconmensurable, y que acabaría invirtiendo la relación ancestral entre él y la naturaleza.
Un factor decisivo en la redefinición de esta relación será el conocimiento profundo del medio natural que ha- bitamos y del que formamos parte. Gracias a la investiga- ción sistemática del pasado, iniciada desde el periodo re- nacentista en toda Europa, este saber científico se fue asentando, posibilitando grandes cambios en muy diver- sos campos –el paso de un universo geocéntrico a uno he- liocéntrico, entre otros– para continuar –si pensamos en los múltiples viajes y expediciones desarrolladas desde el siglo XVI al XIX–, con el desarrollo de la biología y la in- vestigación de las funciones orgánicas, centrando su bús- queda de una unidad estructural subyacente en la apa- rente diversidad de animales y plantas. De sus resultados nacieron la teoría celular, la explicación epigenética del desarrollo, y Carlos Linneo publicó en 1735 su “Sistema
12 PEREIRA DA CRUZ, Glenda, “Rural & urbano: espaços da expansão medieval: origen da organização espacial ibero-americana?”, en A.A.V.V., Universo urbanístico português. 1415-1822, Comissão Nacio- nal para as Comemoraçoes dos Descobrimentos Portugueses, Lisboa 1998, p. 180.


































































































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