Page 7 - Tiempo eterno: instantáneas fugaces, el jardín de Joaquín Sorolla
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¿Cuantos años he tardado en limitar ese arte? ¡Veinte años! Hasta el cuadro mío que hay en el Luxemburgo [se refiriere a La vuelta de la pesca] no vi mostrárseme en toda su amplitud el ideal que yo perseguía. Fue una gestión laboriosa, pero metódica y razonada; las vacilaciones llegaron a encontrar norma fija, pero no súbitamente, no sin gradaciones. Se inició en Asís, tomó forma en la obra que allí realicé, apareció clara en mi lienzo El boulevard, la encontré casi definida en Otra Margarita y se me ofreció amplia, real, palpa- ble, resuelta ya, en los toros sacando la barca de mi Sol de la tarde.26
Ahora que había alcanzado su ideal, interpreta el mundo tal y como él lo ve, pinta con actividad febril todo lo que el medio le ofrece: jardines, paisajes, playas, figuras..., y lo hace intentando captar el momento fugaz de la luz [fig. 2]. Para Sorolla la naturaleza es, a partir de ese momento, una suce- sión de instantes y la verdad, como él decía, un concepto cambiante que donde mejor se reflejaba era en sus «apuntes al óleo». Decía el pintor en este momento: «Pinto porque amo la pintura. Pintar para mí es un placer inmenso»27.
La segunda etapa de su vida de pintor cubre de 1904 a 1911. En ella, con su pintura totalmente definida, deci-
de mostrar al mundo lo que es capaz de hacer, llevando personalmente su obra a exposiciones individuales que cubren puntos vitales de Europa y América. Es una etapa corta en el tiempo, pero de una actividad y producción vertiginosas. En el comienzo de este período domina el tema de playa, al que dedica innumerables lienzos [fig. 3]. Los cuadros de nadadores y niños tomando el baño en Jávea pintados en 1905 son de los más representativos de este momento [fig. 4].
En 1906, pensando en su ya próxima exposición individual de París, en su importancia y trascendencia, ultima una serie de cuadros entre los que destaca María vestida de labradora valenciana28, retrato que realiza en el jardín de su casa de Madrid y que el artista describe en una carta a su amigo Pedro Gil, como «una sensación de luz»29. Era su primer retrato en un jardín y el resultado fue espectacular, siendo adquirido en la exposición por su amigo Pedro. De este momento es también En el jardín de la calle Miguel Ángel30, cuadro en el que aparece su hija pequeña.
La exposición de París, se inauguró en el mes de junio, en la Galería Georges Petit, con 497 obras [fig. 6]. Tuvo gran éxito de público y crítica, y numerosísimas ven- tas. El Estado francés le concedió la Cruz de Oficial de la
8 blanca ponS-Sorolla
Fig. 4
Joaquín Sorolla,
El bote blanco. Jávea, 1905, óleo sobre lienzo, 105 x 150 cm. Colección particular


































































































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